QUIEN DEJA UN BUEN LEGADO NUNCA MUERE
Por: Willy Pérez
Es imposible recordar al doctor José Francisco Peña Gómez sin que la piel sufra cambios escalofriantes. No es para menos, pues desde el inicio de su vida (6 de marzo 1937) hasta su deceso (10 de mayo 1998) se escribió una historia llena de intrigante pasión que nos describe a un ser humano con condiciones insuperables.
Nacer en un momento tan difícil fue el primer reto que enfrentó Peña Gómez. La incómoda batalla le alejó de sus procreadores y aunque el destino lo llevó a manos seguras, prudentes y adecuadas para su desarrollo intelectual, siempre será una tarea difícil, tener que vivir distanciado de tus padres.
Una de las cosas que me hace admirar la grandeza humana de Peña Gómez es su manera de persuadir a las masas, mezclando de forma magistral la capacidad intelectual con su don de liderazgo. Él supo luchar por la democracia, colocando el país en todo momento por encima de los intereses personales y practicando la lealtad en momentos cumbre de su carrera política, prefiriendo honrar (para nombrar uno de ellos) su palabra al colocar como compañero de boleta al licenciado Fernando Álvarez Bogaert, antes de ceder a una propuesta que lo podría llevar a la presidencia de la República.
El 13 de febrero del año 2003, Alberto Caminero escribió en el periódico El Nacional un artículo que exponía de manifiesto la indignación colectiva al leer, ver y escuchar las acusaciones mal fundadas que se le hicieron a Peña Gómez, pretendiendo involucrarlo en procesos ilícitos. Esto de ninguna manera próspero, tal cual dice ese artículo, no solo el Partido Revolucionario Dominicano se levantó en contra de los dos agentes norteamericanos que acusaban a Peña, también un sector importante de la sociedad que no estaba involucrado directamente en política calificó de ignominia estos señalamientos.
El líder fue un filántropo, que como bien lo definió el expresidente Hipólito Mejía, a raíz de las falsas acusaciones en un escrito publicado justamente el Día de la Amistad, 14 de febrero del 2003, sin dudas, demostrando no solo el compañerismo de muchos años que lo unía al líder, sino que también aprovechó el escrito para resaltar la honradez del Dr. José Fco. Peña Gómez.
Cómo manchar la historia del hombre que se levantó el día 1ro de mayo de 1965 y organizó la exitosa lucha sin tregua por la Soberanía nacional, proceso que llevó a cabo sin descanso, poniendo su vida en peligro en más de una ocasión; logrando vencer todas las provocaciones y demostrando con coraje que el amor que poseía por la Patria se adueñaba de todo su ser.
Al sepulcro llevamos a un hombre de origen humilde que rompió las barreras y concitó el liderazgo de mayor popularidad con una loable proyección internacional al más alto nivel. Es por eso por lo que pareciera que Manuel del Cabral le dejara estas palabras escritas a quien fuera más tarde su yerno: “hay muertos que más van subiendo mientras más su ataúd baja.”
Peña Gómez es un ejemplo para nuestra generación, además, el hecho de que sea tomado como referente en otras naciones nos enorgullece, por lo tanto, su legado será para quienes seguimos su filosofía de vida, el más grande aporte que nos inspira a persistir, hacer lo correcto y poner los intereses colectivos por encima de lo particular.
Si en algún momento me tocara usar la expresión que socializaste con tu amigo Fulgencio, en uno de los momentos donde te tocó decidir, no voy a dudar en repetir tus palabras: AUNQUE SEA CON LÁGRIMAS Y AGONÍA, LA PATRIA ESTÁ PRIMERO.
Hoy que el pueblo nos dio la oportunidad de dirigir el destino de la Nación, asumir la práctica del servicio es el mejor regalo que podemos dar a la memoria del Dr. José Francisco Peña Gómez, actuar siempre en el marco de lo correcto y tener bien claro que un político vocacional no asume funciones públicas para enriquecerse y mucho menos debe convertirse en un millonario de la noche a la mañana, apoyado de una nómina pública.
Dios nos ayude a entender que servir a los demás es un acto de desprendimiento que tiene una recompensa ineludible.