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Las llegadas de Abinader, cada vez más tardías



 SANTO DOMINGO.- El presidente Luis Abinader suele llegar tarde a los actos. Su promedio de tardanza es de unos 30 minutos; a veces más, a veces menos. Este martes rompió ese promedio: se pasó con 46 minutos.

El acto, realizado finalmente en el Salón Verde del Palacio Nacional, estaba pautado para empezar a las 11:00 de la mañana, pero la demora presidencial trastornó lo previsto. Así pues, la actividad arrancó 46 minutos después: específicamente a las 11:46, cuando llegó el mandatario.

La espera produjo desesperación y murmullo. Viendo la desesperación de los presentes, un empleado oficial -sentado él también después de tanto esperar- atribuyó la demora a unas informaciones que le estarían suministrando al presidente antes de iniciar el acto. (Es usual que el gobernante hojee papeles y manosee documentos, aun en pleno acto, como si se enterara a prisa de algunos detalles. Abinader lleva un ritmo de trabajo inagotable, y sucede que no bien comienza una actividad cuando ya está pensando en la otra. Por ejemplo, recientemente tuvo que abandonar una sesión del Consejo Nacional de la Magistratura para volar en helicóptero a otra actividad, dejando en su lugar a la vicepresidenta Raquel Peña. Otro día, finalizando ya un evento, recibió una llamada a su celular y, apartándose, la atendió por unos minutos.)

Tras la larga espera llegó el jefe de Estado, pero este no despertó el mismo entusiasmo. Es más: fue recibido con cierta frialdad, mientras él saludaba y se sentaba para el inicio formal. Una y otra vez se quitaba la mascarilla solo para volvérsela a poner. En realidad, se le notaba poco distendido, pareciendo que no se sentía en su mejor día. En un momento se cruzó de brazos, esperando hablar y algo impaciente. En otro momento movió el micrófono y lo encendió, ya listo para hablar. Pero aún no era su turno. Primero le tocó al presidente del Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (Indotel), Nelson Arroyo, y después a la directora ejecutiva de esa misma entidad, Julissa Cruz.

Finalmente llegó su turno, y él habló 10 minutos leyendo en la pantalla frontal, mientras un empleado iba moviendo las letras al compás de la lectura. (Abinader muestra dominio de la lectura en pantalla, donde lee discursos previamente elaborados.)

Aunque siempre está dispuesto a hablar con periodistas, respondiendo preguntas abiertas, esta vez no se permitió ninguna interrogante. No faltaban las ganas de preguntar, con tantos temas en la palestra, de Haití a la galopante subida de precios. Pero todo acabó con sus palabras y unas fotos “oficiales”.

Una observación atenta arroja que el mandatario tiene una grandísima carga de trabajo, llevando sobre sus hombros una dramática crisis sanitaria y económica, que incluye tempestades y presiones de toda laya.

Por su misma formación, Abinader es un tecnócrata disciplinado, puesto que estudió con los gringos y forjó una visión empresarial de progreso económico. Sin embargo, sus llegadas y demoras se tornan cada vez más desesperantes, aunque ese sea un privilegio genuinamente presidencial. Solo un presidente puede darse ese lujo.-